sábado, 18 de octubre de 2014

La puerta de la "vida"



LA PUERTA DE LA “VIDA”
(Homenaje a un compañero)

Un día un niño me regaló una piedra en forma de corazón, cuando se la mostré ilusionada a un adulto, en vez de ver en ella un signo de amor, simplemente vio un guijarro y con estas palabras:
-¿Te han regalado una piedra? dio por terminada la conversación. Y es que, el corazón de un maestro es como el corazón de un padre, siempre especial, y sabe, además, ver el cariño, el afecto y la ternura, donde algunos solamente podrán ver una piedra. El mundo funciona así y así debemos tomarlo y no sufrir por ello.

La muerte es una reina que, un día cualquiera llega para tocarte en el hombro y llevarte con ella. Costalera de alcurnia, despierta tu mente y hace que transites por la senda de la “vida” rumbo a las puertas del infinito…

Como cada día, nuestro amigo y compañero había llegado pronto a trabajar, con alegría, con ilusión, como siempre, sin embargo, aunque nadie lo sospechaba, aquella no iba a ser una jornada como otra cualquiera ya que… al llegar a su clase “ella” lo estaba esperando. Y lo saludó con cortesía y él sorprendido le preguntó porqué ahora, sin embargo ella, la muerte, poco amiga de dar explicaciones lo cogió de la mano y se lo llevó de allí.

Después de tres días de luto formal, finalmente llegó la hora en la que cada profesor trató de hablar con sus alumnos y, tras el recreo, con el corazón y los ojos llenos de lágrimas, en la medida de lo que pude, intenté explicar a los míos por qué a su seño Susy continuamente se le escapaba el llanto de aquella manera.

Cuando comencé a hablar, las palabras se agolparon todas junto al nudo que tenía en la garganta, qué difíciles son a veces las cosas, pensaba, entonces, armado de valor, mi corazón decidió contenerse y comenzó a hablar tratando de usar palabras de niños, de aquellos niños de 7 años que me contemplaban expectantes con sus ojitos muy abiertos y que, al llegar el turno de preguntas no dudaron en expresar todas las dudas que tenían y para las que mi alma, firmemente, siempre tuvo una respuesta.

Comencé la explicación preguntándoles si sabían qué les pasaba a las personas cuando fallecían y si tenían claro que aunque las recordasen mucho, mucho, no las iban a ver nunca más y para mi sorpresa todos dijeron que si, entonces les expliqué lo que había sucedido con el profesor y seguidamente abrí un turno de preguntas que estoy segura me sirvieron de apoyo más a mí que a ellos pues ver la muerte a través de los ojos de los niños me hizo recapacitar y poder afrontar y aceptar mejor y más tranquila lo que había sucedido.

-Seño, ¿Qué pasa si alguien se muere en su casa y no sabe que se ha muerto?

Cuando una persona fallece, da igual el lugar dónde lo haga porque siempre vienen a recogerla amigos o familiares a quien esa persona quería mucho y que la acompañan durante el camino para que no se pierda, además a veces también la ayudan otros seres de luz como los ángeles y entre todos le explican todas las cosas que necesita saber y responden a todas sus preguntas para que no tenga dudas y comprenda que se tiene que ir a un lugar muy bonito donde será muy feliz y donde siempre estará contenta y nunca se aburrirá.

-Cuando una persona cierra los ojos para siempre ¿qué ve?

Cuando cerramos los ojos para siempre en este lugar, nuestra alma puede entonces abrir sus ojos a la luz del otro lado donde verá un espacio maravilloso lleno de amigos y de seres queridos que le ayudarán a comenzar una nueva vida muy bonita, donde siempre estará contenta y donde será muy, muy feliz.

-¿Allí está mi abuelito que se ha muerto?

Si, y cuando nos llegue el momento de marchar al otro lado, dentro de muchos años, nos volveremos a encontrar y estaremos todos juntos y nos contaremos nuestras cosas, nos divertiremos y siempre seremos muy felices.

-Pues mi mamá dice que se ha ido al cielo.

Claro, es que a ese lugar lo llamamos cielo.

-¿Cuando uno se muere no recuerda nada?

Pues cuando uno se muere al principio está un poco despistado, sin embargo con la ayuda de todos sus seres queridos que se fueron antes que él, los que vienen a buscarlo y los que están esperando en el cielo, comienza a recordar quién es y por qué está allí.

-¿Y está con los ángeles?

Pues está con los ángeles y con todos los seres espirituales que le ayudan y le hacen la vida muy agradable y muy fácil.

-¿Y se acuerda de nosotros?

Claro que sí.

-¿Y el maestro se va a acordar de nosotros?

Si, de todos nosotros y de lo bien que lo pasábamos todos juntos en el cole.

-¿Cuándo uno se muere dónde va?

Cuando morimos vamos a un lugar estupendo al que llamamos cielo.

-Si los buenos van al cielo ¿Dónde van los malos?

Pues hay personas que deben aprender a portarse bien, entonces los ángeles los acompañan a una especie de cole para que hagan muchos deberes, sepan todo lo que hicieron y comprendan que no pueden hacer daño a la gente y cuando han aprendido y demostrado que no volverán a hacer sufrir a nadie, entonces van al cielo.

-Y si alguien se muere en un avión ¿Llega antes al cielo?

No, cada uno llega siguiendo su camino, da igual el lugar dónde se muera.

-¿Dónde está el cielo?

El cielo, eso azul que veis allá arriba no es el lugar a dónde iremos, aunque se llame igual, el cielo es un lugar que está muy, muy cerquita de vuestros corazones, es un lugar de amor y felicidad, y en el que entraremos con nuestro cuerpo de aire porque este que tenemos ahora pesa demasiado.

Y afortunadamente llegó el momento de decir las palabras mágicas “Recoged, nos vamos a casa”.

Al fin me quedé sola en clase pensando que me hubiese gustado despedirme de él de otra manera, además, yo creía que aún estaba allí, en algún lugar del cole y que todavía no se había ido porque a todos se nos concede un tiempo para terminar aquello que nos quedó inconcluso o tratar de consolar a nuestros seres queridos y que, aunque muy pronto se iría hacia la luz, aún no había llegado el momento porque no había tenido tiempo de despedirse de todos.

La cabeza me daba vueltas y me sentía asustada así que supuse que por ese motivo no lo encontraba, o quizás porque había cuatrocientas personas intentando instintiva y colectivamente con mucha fuerza que no nos abandonara, queriendo creer que aquello era una pesadilla y que en cualquier momento abriríamos los ojos para comprobar que allí no había pasado nada, que cada cosa estaba en su lugar y que todo seguía igual que antes.

Tuvimos una reunión en la que todos hablamos de la mejor manera de superar lo sucedido y al finalizar fui con una compañera a la sala de informática para concluir un trabajo pendiente. En la sala hay alrededor de 40 ordenadores de los cuales, siempre, algunos se quedan encendidos, me dirigí hacia uno de ellos y pensé, vaya, nadie se ha molestado en apagar este trasto, y tras colocar mi mano sobre el ratón al momento sentí feliz una gran calma, la cual, asaltando espontáneamente mi ánimo consiguió finalmente llenarlo de esperanza. Me invadió y supe que era él, que estaba allí y que había aprovechado ese momento para cogerme de la mano y hacerme saber que estaba bien. Mi corazón se alegró mucho y por primera vez en aquellos días me sentí bien, entonces le lancé una sonrisa de complicidad a la que estoy completamente segura que él respondió.

Debes irte, pensé, sí, lo sé, creí escuchar en lo más hondo de mi ser mientras mi compañera, al mismo tiempo, me señalaba un cuadernillo de matemáticas de 5º curso que, depositado cerca de allí, ya no tenía dueño y que sin embargo, ninguna de las dos habíamos visto al entrar. Hasta luego compañero… hasta luego.

Al despedir a una persona se sufre mucho y si a través de nuestro dolor le impedimos marchar, el alma quedará cerca atraída por nosotros, y esto no es bueno, así que debemos darle su libertad y aceptar esa muerte viviéndola como un renacimiento y una auténtica liberación del espíritu, por ello con alegría y confianza debemos enviarle todo nuestro amor y dejarla marchar. Y eso fue pues lo que exactamente tres días después hicimos todos, despedirnos de él de una manera maravillosa. Y así, reunidos en el patio del colegio le mandamos nuestros mensajes unidos a globos blancos que subieron hasta el cielo para que él los pudiera leer, después plantamos un árbol en su nombre y a continuación cada uno de nosotros mandándole un beso y diciéndole adiós con la mano, le dejó partir… desde su corazón.


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