Muchas veces actuamos como niños perdidos andando en la
dirección en la que sopla el viento, sufriendo sin rechistar todos los envites
que quiera darnos la vida. Hay personas que sufren y se resignan pensando que se lo merecen, otros, sin
embargo, creen que algún tipo de sufrimiento quizás sea necesario con el fin de
alcanzar más rápidamente el status deseado en la “otra vida”, ya que de otra
forma todo resultaría demasiado fácil. Es decir, que más o menos y a causa de
nuestra cultura todos tenemos asimilado que tarde o temprano habremos de
enfrentarnos a distintas situaciones de sufrimiento….aunque toda esta
composición cultural no es más que eso…..dado que no estamos aquí para sufrir
sino para aprender y que sufrimiento, aunque muchos se empeñen en que así sea, resulta
que no es sinónimo de aprendizaje.
Hoy tengo el
privilegio de contarte que existen ciudades maravillosas dónde todo es tan
transparente como la gente que allí habita y donde la comunicación se genera
mediante unos campos de fuerza ampliados a través de una especie de materia
cristalina presente en todo el conjunto de la ciudad facilitando que los datos
fluyan fácil y constantemente y permitiendo a su vez el poder compartir
situaciones, enseñanzas y vivencias colectivas y personales o individuales. He
podido sentir la energía eterna que recorre cada milímetro de ese lugar donde
viven los sueños y donde las esperanzas cumplidas aguardan hasta ser deseadas
por aquellos que allí moran.
Hoy he sido testigo de un lugar extraordinario, donde no se sufre……donde simplemente se vive y se disfruta de la vida…. Un lugar en el que no existe el miedo, donde todos se sienten felices porque saben que dar es mejor que recibir y donde el amor es el don más preciado. Sólo he visto el camino de entrada… el resto quizás lo pueda ver algún día, pero aún siendo así quedé extasiada ante la visión de aquel lugar tan hermoso, apacible, sereno, radiante y lleno de sabiduría…
Hoy he sido testigo de un lugar extraordinario, donde no se sufre……donde simplemente se vive y se disfruta de la vida…. Un lugar en el que no existe el miedo, donde todos se sienten felices porque saben que dar es mejor que recibir y donde el amor es el don más preciado. Sólo he visto el camino de entrada… el resto quizás lo pueda ver algún día, pero aún siendo así quedé extasiada ante la visión de aquel lugar tan hermoso, apacible, sereno, radiante y lleno de sabiduría…
Había pedido a mi guía espiritual muchas veces que me
mostrase por favor aquello que la gente llamaba “Las ciudades cristalinas de
luz”….Al fin…fui escuchada y un día, de repente, alguien me guió hasta una de
ellas, ante mis ojos apareció la visión de un puente o camino flotante sólido,
de apariencia majestuosa y a la vez sencilla dejando en mi la sensación de
estar frente a la entrada de un mundo sólidamente etéreo y grandemente
brillante, armonioso y lleno de sabiduría. Pero aunque en apariencia sólido,
era a la vez extrañamente visible e invisible pues reflejaba todo aquello que
le rodeaba camuflándose con su entorno y sólo se hacía patente cuando los rayos
de una fuente de energía cercana, situada a su izquierda y la cual no pude ver,
lo iluminaban demarcando su espacio y haciéndolo perceptible y manifiesto, aquella
especie de rayos caían sobre él como llamaradas que chocaban contra el transparente
camino y al hacerlo, refulgían centelleantes y resbalaban por su superficie
entonando un conjunto armonioso de colores que quedaban reflejados sobre el puente como resplandores o lenguas de energía perfecta, que como el vaivén de
las olas iban y venían haciendo que dicha travesía refulgiera con colores vivos
de tonos desconocidos semejantes a dorados
y púrpuras intensos que al tiempo de chocar con la superficie del camino se abrían
en un abanico de mil tonalidades jugando con los diferentes pigmentos hasta
volver una y otra vez a su tono original.
Aquel lugar parecía estar suspendido en el aire situado
entre una especie de bóveda azulada que lo envolvía creando una sensación de
continuidad transparente y brillante como si se tratase de una superficie celeste o lago
enorme transparente y azul que daba la sensación de una gran profundidad.
Coronando la entrada del camino había una especie de dintel
rectangular en tonos rojizos o caoba, no vi adorno ni inscripción alguna,
aunque grandioso y solemne guardaba la entrada de algo exquisitamente bello.
No se me permitió ver más pero me alegro de haber tenido
tanta suerte y me pregunto si algún día seré merecedora de ver el resto.
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