FUERZAS ESPIRITUALES
Cuando era pequeña vivía en una granja muy grande, con muchas habitaciones y un gran patio que comunicaba con otra vivienda de menor tamaño y una cochera enorme. En una de las casas había una habitación en especial que me atraía de manera extraña, recuerdo que esperaba junto a la puerta indecisa, muy quieta y como calibrando el peligro escudriñaba su interior desde el pasillo como si no lo hubiese visto jamás, entonces... me aventuraba a entrar y en aquel momento mágico todos los miedos se disipaban dando paso a un universo desconocido y exótico. Traspasar el umbral era para mí como adentrarme en otro mundo, recuerdo que no había muebles, un armario empotrado en la pared a la derecha y nada más, sólo unas cortinas blancas con bordados que me gustaban mucho, capaces de cautivarme con su vaivén haciéndome entrar en una especie de trance mágico y fascinante...entonces abría lentamente las puertas del armario y miraba sin prisas aquellos libros antiguos llenos de polvo y desordenados.
Luego comenzaba a sentir vagamente aquella presencia que hacía que el ambiente resultase denso y frío, ya está aquí, pensaba, en aquel momento y sin mediar palabra...salía corriendo y…hasta la próxima.
La ventana, eternamente entreabierta, dejaba pasar unos tenues rayos de luz que iluminaban la estancia, yo, sentada en el suelo solía mirar fascinada aquellas diminutas motas de polvo brillando armónicamente al compás que marcaba el silencio...de repente un día, el tiempo y el mundo se detuvieron para nosotros....y como siguiendo una evolución natural comenzó la comunicación. Al principio era solo un intercambio de sensaciones, tal como hacerse comprender sin la necesidad de hablar...luego comencé a hablarle en voz alta y a contarle mis cosas... transportada a un lugar diferente, me sentía bien, me sentía comprendida y no albergaba ningún miedo en mi corazón.
Aquel acabó siendo mi refugio, tenía otro, debajo de la mesa de la cocina, pero ese no funcionaba, el de la habitación era mejor…
Luego llegaron más fuerzas espirituales con las que poder comunicar pero le tengo mucho cariño al recuerdo de una muy especial, fue en el cementerio de San Bartolomé, tendría alrededor de cuatro o cinco años, iba con mi madre a llevar flores a los difuntos. Mientras ella hablaba con la gente, arreglaba el lugar, colocaba las flores y rezaba, yo me dedicaba a deambular por allí, aquella vez, sentí como si alguien me llamase, volví la cabeza hacia mi derecha y la vi, allí estaba, era una niña como yo, con un abriguito de dos colores abotonado hasta el cuello, unas calcetas y unos zapatitos negros de charol, el pelo liso, cortado un poco más arriba de los hombros y con un flequillito que terminaba de enmarcar esa carita tan dulce y tan bonita. Tenía una amplia sonrisa y me estaba hablando, en ningún momento sentí dudas o miedo, no la veía con los ojos físicos, pero la veía… y no la escuchaba con los oidos, pero la escuchaba…como por dentro, se hacía entender con claridad, era capaz de transmitir un montón de sensaciones y de ideas, y yo las entendía todas, aquello era muy sencillo en mi mente infantil, tan infantil como ella, luego... se marchó, aunque no su recuerdo que ha quedado para siempre.
Giré la cabeza y vi su foto, era ella, seguro... corrí donde estaba mi madre y sin que nadie me viese cogí una flor y la puse en su tumba, entonces dijo que éramos amigas y yo le dije que sí. Muchas veces a lo largo de mi vida la he vuelto a visitar y le he llevado flores, una vez dijo que había muerto de un golpe en la cabeza, mi intención fue comprobarlo, quise preguntar por ella, pero al final decidí dejar las cosas como estaban, la sigo viendo de vez en cuando…y seguimos siendo amigas. Y cuando nadie me ve, le dejo flores... como antes...y sigue siendo un juego… entre las dos.
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